Caso de Carlos Julio Rojas: “Quien hable con el periodista, lo llevamos a aislamiento”

Patrizia Aymerich.- Para Carlos Julio Rojas, lo peor de estar preso durante 49 días en la prisión militar de Ramo Verde, fue ser testigo de las vejaciones a otros reclusos, inocentes, como él. “Quien hable con el periodista, lo llevamos a aislamiento”, era la amenaza que pesaba sobre estudiantes o padres de familias si hablaban con el joven activista, todos ellos detenidos por participar en las protestas contra gobierno que se gestaron entre abril y julio de este año. “Muchos protestaron solo por hambre, y estaban ahí presos como los peores criminales”.

 

“Al llegar me dijeron que yo dejaba de ser periodista, dejaba de ser un luchador comunitario y me convertía en un preso”.

 

El caso de este grupo, que Rojas podía ver muy de cerca a través de las rejas, no es tan ajeno al suyo. Fue imputado por rebeldía, traición a la patria y sustracción de elementos pertenecientes a la Fuerza Armada Nacional -además de quemar una tanqueta-. Más adelante se supo que le sembraron cinco granadas. La realidad es que el 6 de julio iba saliendo del supermercado, con dos bolsas de papás cuando fue interceptado por un grupo de funcionarios de la GNB en La Candelaria, en el municipio Libertador, en el centro de la capital.

Su nombre estaba fichado por los expedientes de los cuerpos de seguridad. En 2015 fue detenido durante 5 días por protestar “por el hambre del pueblo”. Esta es su segunda vez en la lista negra del régimen bolivariano, que casi lo condena a 30 años de prisión, pero logró la libertad condicional este jueves.

“La mitad del tiempo estuve en una celda de aislamiento, de 2X2”. Al brete conocido como “El Tigrito” lo llevaron como castigo luego de la visita de una colega periodista. Allí, “durante días no me dejaron ir al baño y durante 24 horas no me dieron agua”.

Dormía sobre la inmundicia, lo golpeaban y recibía sólo 60 gramos de comida al día. Ahora se le ve con al menos 10 kilos menos. Pero lo que vio le dejó más ganas de luchar por el país.

 

“Había un carpintero, un señor mayor, padre de familia, que había sido llevado allá solo por protestar porque tenía hambre; estudiantes de 18 años acusados de traición a la patria. Ninguno podía hablarme porque los amenazaban. Si me hablaban los iban a llevar a una celda de aislamiento. Los torturaban psicológicamente”.

 

Como parte de las medidas cautelares, Rojas debe presentarse mensualmente en un tribunal militar, cada dos meses en un tribunal civil y no puede salir del país.  “Luché para que me dejaran emitir declaraciones, porque si me prohíben expresarme coartan mi derecho al trabajo”, explicó en rueda de prensa desde el Colegio Nacional de Periodistas.

Tampoco puede “asistir a reuniones o conversaciones calificadas como político-conspirativas”, una sentencia por la que el dirigente comunitario no detendrá su lucha social. “Me pregunto si reunirme con el señor del papagayo es conspirativo, o reunirme con mi novio o mi madre será conspiración”.

“Tras pasar casi 50 días en una cárcel militar, estoy orgulloso de ser periodista”.

Rojas ha sido el periodista con mayor número de días recluido en una prisión venezolana en los últimos meses, y es el primero imputado por delitos militares. Otros 654 civiles han sido procesados en tribunales de esta especie. Su historia ha trascendido entre muchas otras de civiles detenidos por pensar distinto al gobierno de Nicolás Maduro, como el caso de Lisbeth Añez “Mamá Lis”, hoy tras las rejas por llevar comida a los presos, o el Santiago Guevara, economista y profesor universitario. La cifra asciende a 5051, de acuerdo con la ONG Foro Penal.

Patrizia Aymerich | @Patifini

 

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